Ella tenía las alas rotas, ella lo sabía de sobra y, aún así, lo intentó. Se subió a la cima de la montaña más alta y más alejada: abrió sus alas. Y cerró sus ojos pidiendo perdón, perdón por no saber resignarse, por no querer hacerlo. Un segundo duró en el cielo: cuenta la leyenda que se enamoró justo antes de caer. Ella creyó que era real, que volaba y existía el amor de verdad. Ella, que confió en la nube, al final no supo existir más, al final no sobrevivió. Pero dicen las malas lenguas que fue feliz mientras duró aquel sueño, aquel intento fallido. Y no sé qué pensar, no sé qué hacer, no sé nada. Pobre ilusa de alas rotas, pobre niña soñadora, pobre de mí, que soy ella y ahora lo quiero intentar. DBQ.
Oda a la literatura y a cada palabra.