Nada es imposible, todo es probable. Incluso puedo llegar a creer que mañana te voy a ver: nada me lo impide, no le hago daño a nadie. Imagino una noche cualquiera, con todos sus defectos, sin luna, ni estrellas, sin miradas y viceversa. Oscuridad por la derecha, también por la izquierda y sobre nuestras cabezas ya cansadas de la vida. Se siente una tormenta allá a lo lejos, al sur, al norte... En el horizonte. Su origen es mi mente, la que no cesa de trabajar incluso en días de guardar; la conclusión es el caos profundo que se genera en la mano que tiembla. Tiembla de miedo, pues se oyen truenos; tiembla de frío porque ya estamos bajo cero. Y siendo de noche, solo quiero coger mi coche patra huir a un lugar extraño donde deje de pensar tanto. Huir de levantarme a las seis y acostarme a las diez, dejar atrás la caída de la dignidad sobre la cama de mamá. Nadie dijo que ser mayor sería tan... Así. Y no queda otra que vivir, disfrutando de
Oda a la literatura y a cada palabra.