Ir al contenido principal

Rotura y renacimiento

Hoy no conozco el destino que le espera a este escrito. Tampoco lo quiero saber. Prefiero mantenerme en la ignorancia y dejarme sorprender, al igual que llevan sorprendiéndome los últimos tres o cuatro días de mi existencia. Solo sé que hay una mosca revoloteando a mi alrededor y no quiero darle el placer de distraerme con ella: soy más grande, más fuerte, más valiente que sus alas transparentes, desagradables y pudientes.

He dejado pasar el tiempo con la esperanza de que las cosas cambiarían a mejor... O, simplemente, cambiarían. La ambición de ver amanecer con un sol radiante inundando mi habitación me ha impedido, sin lugar a dudas, disfrutar del silencio y de la tranquilidad nada habitual en esta sala. ¿Qué me ha pasado? ¿Qué ocurre? Antes valoraba cualquier pequeño detalle y ahora... Ahora no sé en qué fijarme. Siento, por momentos, que he perdido el norte.

Me veo dando vueltas sobre mí misma, colocando los dedos de la mano sobre mi cabeza, desubicada y descontenta. Harta. Parezco un tornado que arrasa con todo y, luego, se siente culpable por no haberse podido controlar. Me rompo. Soy un vaso de cristal que se resbala entre las manos enjabonadas y se cae. Se choca. Se pierde en la montaña de vasos rotos que hay ahí fuera y que, normalmente, desconocemos.

Al mismo tiempo, soy parte del horizonte. En mí muere el Sol cada tarde, en mí se fijan las personas y me suplican que les regale un atardecer lleno de colores insólitos y vehementes. Y no digo nada, no me niego: concedo ese deseo una y otra vez. Me pregunto qué pasará cuando ya no quiera hacerlo. 

DBQ.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Tal vez...

Tal vez un sueño, una ilusión, un pensamiento fugaz deseando dormir para que pueda ser más real. Tal vez tú, tal vez yo, tal vez un nuevo "érase una vez" sin previsión de "fin". Digo tal vez porque no sé, no sé si tengo un presentimiento, o miedo, o una mera ilusión. Por eso tal vez sea un sueño o un pensamiento fugaz, o nada, sin más. A ratos, cuando puedo, te pienso y te veo cerca hablando de estrellas y de velas de vainilla, lavanda o cereza. A ratos, cuando puedo, recuerdo que dos risas pueden ser una, que un cruce de miradas puede ser mortal y que esa muerte puede generar vida. Pero tal vez sea solo un sueño, una ilusión, un pensamiento fugaz deseando dormir para que pueda ser más real. DBQ.

Me voy

Y, de pronto, mis manos son alas. Vuelo sobre teclas y sobre algunas letras. Vuelo en mi interior y más allá de la ventana de mi habitación. Me voy lejos. No sé si volveré. Espero no hacerlo. Tinta negra artificial y un toque de melancolía son el punte perfecto hacia... Hacia donde yo decida ir. Aún desconozco mi destino, pero sé que llegaré algún día y no me arrepentiré de haber perdido a lo largo del camino. Perder o ganar, ¿esa es la cuestión? Sacrificar o acomodar, ¿tiene sentido? Preguntas hay miles, respuestas... Ninguna. El caso es que ahora vuelo, me libero, me tomo la licencia de hablar... De hablarme. No habrá oído que sepa escuchar ni boca que sepa qué palabra pronunciar, y tampoco hay responsable de dicha desdicha. A pesar de todo, el mundo negro está anclado en mi cabeza, solo en este caos que llevo como bandera. DBQ.

¿Por qué gritan tanto los niños?

Y no solo es una cuestión de cantidad, sino también de calidad. Profieren gritos rotundos, perfectos, con voz alzada. Son gritos limpios, sin altibajos, sin dudas evidentes. Es posible que ni siquiera ellos sepan por qué lo hacen; simplemente les nace hacerlo y allá van. Se preparan, cogen aire, miran al cielo, abren la boca y... gritan. Gritan una y otra vez. Lo más divertido llega cuando se encuentran en el parque con los amigos. Son muchos, y todos ellos quieren gritar. Y gritan con una técnica digna de estudiar. De nuevo son gritos puros, auténticos y originales preparados para esa ocasión, irrepetibles, únicos. La explicación lógica la desconozco, pero sí he comprobado que, en todos los casos, los gritos vienen acompañados de risas. A veces me da rabia. A veces querría ser como esos niños y gritar sin miedo. Quizás ese es el truco de la felicidad: gritar y liberar; gritar y sanar; gritar en vez de callar tanto. Tal vez lo hacen para dejarse llevar por sus instintos, esos que los m